Decíamos ayer...
Las extrañas aventuras de Solomon Kane son muy... extrañas.
Este guerrero justiciero lucha contra diablos, contra vampiros, contra negreros, contra arpías (de las de la mitología griega)... vamos, que no se aburre.
Aburrimiento es lo último que sobra en esta colección de relatos protagonizados por este puritano con la moral más firme que una columna de alabastro. Él sólo mata por justicia y para salvar a los débiles... y deja muchos cadáveres a sus espaldas.
Violento, lleno de fe, obsesivo hasta la locura, Solomon Kane es un personaje muy de la época en la que fue creado, a principios del siglo XX. Recordemos que entonces los héroes aún eran implecables e insobornables, aunque les fuera la vida en ello.
Se ha hablado mucho del racismo del personaje, y la verdad es que con el pensamiento políticamente correcto de hoy en día, éste es innegable ya que, para él, los negros son salvajes, cobardes, incultos, feos, corruptos, etc. Lo mismo piensa de los árabes. Cualquier blanco siempre está por encima de ellos tanto en valentía, intelecto o belleza.
Pero hay que pensar que estos relatos se escribieron hace unos ochenta años, cuando estas ideas eran lo más normal del mundo. No hay más que ver las pelis de Tarzán en las que, cuando se despeña algún porteador, lo único que les preocupa es la carga perdida (!).
Racismos aparte, los relatos están magníficamente ambientados en una África de leyenda, inexplorada y salvaje, llena de tribus de canibales, esclavistas, ciudades perdidas en medio de la selva, sacrificios humanos, criaturas extrañas y voraces...
Es indudable que el autor buscaba homenajear las novelas góticas del siglo XIX, y puedo jurar que lo cumplió con creces.
Robert E. Howard, el autor, también creador de Conan o de Sonia la Roja (protagonista del último de los relatos) se suicidó con sólo 30 años, dejando tras de sí un legado lleno de aventura y personajes inmortales.